Nicolás Casullo
10 de Septiembre de 1944 – 9 de Octubre de 2008
Nicolás Casullo fue artífice de una obra en la que se dedicó a repensar la función del lenguaje y las palabras además de desarrollar una crítica cultural que cuestionó los paradigmas dominantes de la sociedad contemporánea.
Militante de la palabra, intelectual ligado al reciente grupo Carta Abierta, que defendió los postulados del gobierno de Cristina Kirchner frente al conflicto con el campo, Casullo tuvo un compromiso social y político durante la época de los 70 que lo condujo al exilio. Un compromiso que prosiguió a su regreso al país siempre a través de la discusión, las clases y sus escritos.
En su ultimo libro "Las cuestiones" (2007), "Casullo aborda el tema de la violencia a partir de una carta del filósofo Oscar del Barco que golpeó mucho entre la intelectualidad porque planteaba el 'no mataras' como eje de la discusión, un tema que el retoma y desarrolla aún más", recordó hoy el filósofo José Pablo Feinmann.
Este investigador y académico, ganador del Premio Konex 2004 al Ensayo Filosófico, fue un defensor de lo que denominaba la "crítica de la sospecha" o la "crítica radical" encarnada por Jean-Jacques Rousseau, Karl Marx, Sigmund Freud, Friedrich Nietzsche, György Lukács, Karl Kraus, Theodor Adorno, la Escuela de Frankfurt y gran parte del romanticismo.
Profesor titular e investigador en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de Quilmes de las cátedras "Historia de las ideas modernas", e "Historia del arte"; Casullo dedicó gran parte de su obra a cuestionar las investigaciones académicas acotadas, rutinarias y seriales que, a su criterio, determinaban "la vejez de las antiguas posturas".
Sus numerosos ensayos están centrados en recuperar la memoria, historia y trayectoria de la lógica social, ideológica y política para reponer una crítica cultural que no sólo impulse estudios parciales, sino que cuestione los fundamentos de una sociedad contemporánea globalizada y trasnacionalizada.
Entre éstos se encuentran "Comunicación, la democracia difícil" de 1985; "El debate modernidad-posmodernidad", publicado en 1989; "Viena del 900, la remoción de lo moderno", editado en 1990; e "Itinerarios de la modernidad", de 1994.
También fue autor de los ensayos "París 68, las escrituras y el olvido" (1998); "Modernidad y cultura crítica" (1998); "Sobre la marcha: política y cultura en la Argentina" (2004); y "Pensar entre épocas" (2004).
Casullo -quien se desempeñó como Director de la Maestría de Comunicación y Cultura de la UBA y fue miembro de la Comisión de Doctorado de la Facultad de Ciencias Sociales- dirigió la revista "Pensamiento de los Confines". Esta revista, lanzada en 1995, contó con la colaboración de amigos y colegas, entre otros, Alejandro Kauffman, Matías Bruera, Ricardo Forster, Héctor Schmucler, Oscar del Barco, Gregorio Kaminsky, Eduardo Gruner y Damián Tabarovsky.
Se trató de una publicación de pensamiento contestatario, que buscaba reponer una mirada crítica, profunda y radicalizada sobre la sociedad actual, que reunía, entre otros textos de Thomas Mann, Gilles Deleuze, Samuel Beckett, Franco Rella y Nicolás Rosa.
Este académico escribió en 1969 su primer novela, titulada "Para hacer el amor en los parques"; tras lo cual le siguieron otras dos; "El frutero de los ojos radiantes" en 1984 y "La cátedra", en 2000.
Quien fuera profesor de Estética, Historia de las Ideas e Historia del Arte en la UBA también apostó en sus trabajos a recuperar la escritura como momento de investigación y de iluminación.
Investigador incansable e inconformista, expresó en sus obras su rechazo y disgusto respecto de cómo se presenta y cómo se discute en la actualidad la condición social, histórica y humana.
Su espíritu inquieto, como lo calificó Feinmann, se extrañara en esas aulas universitarias que Casullo llenó de compromiso y conocimiento, una ausencia que se empezará a presentir desde hoy cuando sus alumnos concurran a la Biblioteca Nacional a despedir al querido maestro.
Reportaje
La Academia y la lógica massmediática.
- Usted ha hablado de la Academia. Me interesa saber que ha pasado con el campo intelectual del país. ¿Genera hoy el intelectual prácticas capaces de intervenir en la realidad, o por el contrario, hay una retracción hacia el claustro?
- Creo que hay más una retracción al claustro. En este sentido, creo que también hay una misión amplia con relación al papel del intelectual, al rol del intelectual, que en los '90 no existió. Existió en los 70, existió en el exilio, existió en la década del '80 y luego entra en eclipse, entra en el ocaso, no sólo en el país sino también en muchas partes del mundo. Efectivamente el intelectual, que es una figura que nace hacia principios del siglo pasado y que Sartre la lleva a una jerarquía mayor, es una instancia que yo siempre reivindiqué, que siempre recupero. En todo caso, yo trato permanentemente de ser eso, un intelectual crítico, intervenir en debates ante la opinión pública sobre temas que uno se plantea con independencia de criterio, como crítica a los poderes, a las formas de dominio, a las falsas ideologías, a la falta de humanismo de las clases burguesas. Se diría que la figura del intelectual, hoy está absolutamente en baja. Tampoco es posible pensar que se va a mantener una casta de intelectuales absolutamente incólume, en un país que ha vendido todo, que ha llegado a un punto cero de cualquier otra alternativa a esto que estamos viviendo. En ese caso, el intelectual, por un lado, se ha desbarrancado, ha entrado en variables progresistas, social demócratas; se ha sentido, como siempre, hijo de los vientos de época, se ha adaptado a los vientos de época, se ha situado en los campos de las modas, en las bibliografías de moda; ha renunciado muchas veces a la memoria, ha considerado que los '60 y '70 no han tenido nada rescatable. Se ha pensado que se era más virtuoso en los '80 y los '90, por cierta forma de pensar, que lo que se era en los 60 y en los 70. No estuvimos, y acá me incluyo, a la altura de analizar profundamente lo que fueron las décadas del '60, '70 y '80. Evidentemente esto nos ha, por un lado, desprovisto de la capacidad de pensar. Por otro lado, la época es muy engañosa, es muy perversa, es, podríamos decir, muy de libre mercado comprador, donde uno podría decir que como nunca los intelectuales intervienen, están en los medios, están en las columnas.
- ¿A qué causas cree que responde esta situación?
- Responde a que, desaparecido el grosor de la política, desaparecida la densidad que tenía una cultura de izquierda, que permitía situarse en ese campo y mirar a todos esos medios como lo otro, lo que queda es el mercado, y el mercado, en ese sentido, lo que hace es plantear cosas que vendan, cosas que interesen, cosas que entretengan. Podríamos decir que el mercado de los medios, tanto gráficos como audiovisuales, en estos últimos veinte años, le ha hecho un honor grande a los intelectuales: los ha invitado, los ha hecho participar. Nos ha demandado opiniones sobre todo, sobre la inseguridad, la postmodernidad, la globalización, la crisis de los políticos, sobre el rumbo de la izquierda, el fin de las utopías; nos ha indagado acerca de qué es el peronismo, qué pasa con la democracia, qué pasa con las mujeres, qué pasa con los gay. Es decir hemos hablado de todo y se nos ha demandado todo, cosa que no existía para nada en los '60 y en los '70, donde un intelectual era más bien quién entraba a militar pero de manera anónima, y también de manera perversa, porque abandonaba escrituras, novelas, para entrar en una militancia política que mas bien era reduccionista de toda otra riqueza de cada uno de nosotros. Ese intelectual no era tan requerido. Hoy, un intelectual que se precie de tal, ha tenido en los últimos diez años, más o menos ciento cincuenta mesas redondas en donde ha participado; ha escrito columnas, artículos en los diarios. En ese sentido, podríamos decir que, junto con la crisis del intelectual, en términos de compromiso con una política de izquierda en avance, en crecimiento, ligada a la clase obrera para hacer una revolución; en el ocaso de ese intelectual ha crecido el intelectual silvestre, se ha transformado en un casillero de mercado, en un nombre y apellido, con cierta cotización, demandado por psicoanalistas, arquitectos, periodistas, instituciones, para que digamos lo que tenemos que decir. Evidentemente, en ese mundo se han complementado con una perversidad que tiene hoy ese capitalismo tardío de consumo, de oferta, de permanente espectáculo. También el intelectual se transformó en una especie de estética, así como hace falta un sindicalista, un cura, un futbolista, un director técnico, hace falta un intelectual demiurgo para llenar de ideas algunos casilleros.
- Yo tenía la percepción de que los medios de comunicación poseían, en su lógica interna, una fuerte aversión a lo que es el campo intelectual...
- Ése es un tercer elemento, que todavía es más complejo. Yo creo que es así. Acá hay otro fenómeno: El ocaso de un pensamiento intelectual y político de izquierda, trae como consecuencia, el protagonismo de un neoperiodismo. Estamos bajo la égida de ese nuevo periodismo, que no tiene nada de nuevo; es un periodismo que es protagonista y hegemónico como nunca, no por la capacidad de los periodistas de esta generación que nos tocaron en suerte, esto quiero que quede claro. Es así porque la única lógica que impera es la de la sociedad massmediática.
- ¿Qué ingerencia tiene, entonces, la lógica de los massmedia?
- La sociedad massmediática exige y obliga que el gran protagonista sea el locutor y el periodista, los únicos dos enunciadores que escuchamos. No hay otro enunciador que sea escuchado. Entonces, evidentemente, estamos inmersos en la lógica de la sociedad massmediática, que no es la lógica de la sociedad de los grandes medios de masas. Eso ocurría durante los '60 y '70. La lógica de la sociedad massmediática consiste en que toda la sociedad se rige bajo esta lógica, todo es mediación, todo es virtualidad, todo es mensaje, todo es representación, como diría Lyotard "el mundo ha desaparecido", lo que quedó es la simbología de un mundo que ya no nos preocupa más si sigue existiendo o no.
- Un mundo que todo lo estetiza.
- Todo lo estetiza, es decir, no se habla de otra cosa que de lo que aparece en televisión. Lo que no aparece en televisión no existe, porque uno mismo no le da importancia, no lo valora. A diferencia de los 60 y los 70, décadas en las que la Juventud peronista hacía una manifestación de veinte cuadras que rodeaba la Casa Rosada, la quinta de Olivos, y cuando volvíamos a casa nadie miraba la televisión ni leía los diarios, porque esa presencia y esa densidad, ya de por sí modificaba la realidad política. Hoy es al revés, juntás veinte personas, como ocurre con los cacerolazos, y si tenés a Crónica y a dos movileros, ya está hecha la nota. Pero eso también es el éxito y su propia muerte, porque va a formar parte de lo que se llama la sociedad massmediática, en el mejor y en el peor sentido de la palabra, porque también este tipo de sociedad permite una mayor información, una mayor conciencia de los conflictos, un estar en infinidad de lugares y saber de qué se trata, un testimonio permanente de aquellos que son afectados. La sociedad massmediática no es negro o blanco, es una mezcla extraña. Estamos sobre la égida del periodismo, y este periodismo es protagonista porque está situado en una sociedad massmediatizada a ultranza; es un periodismo básicamente sospechoso, receloso y cuestionador de una suerte de pensamiento intelectual al que sitúa como un pensamiento supuestamente abstracto, un pensamiento de sabihondos, un pensamiento no interesante, un pensamiento sin raiting, un pensamiento aburrido, que nadie entiende, de palabras difíciles, cuando el periodismo hace gala de la palabra directa, la palabra grosera, de la palabra del no-pensamiento. Ahora, frente a conflictos difíciles hace falta pensar en difícil, porque si se piensa en el esquematismo o en el alfabetismo del periodismo, evidentemente no se resuelve nada. Lo único que se logra es una mayor exposición y caminar más hacia el abismo. Bien, pero nosotros estamos en este momento, en el campo de lo que podríamos llamar hegemonía periodística. Entonces, podríamos decir, que hay un ocaso de la misión intelectual con relación a los grandes proyectos de izquierda, y que por otro lado hay una tensión entre periodismo e intelectuales. Siendo profesor de comunicación siempre digo que antes todo periodista quería ser un intelectual, un escritor, un novelista. Ahora todo intelectual, novelista o escritor, quiere ser un periodista. Se han invertido las variables. Lo que podríamos llamar el éxito del periodista que llega a todos, que es leído, que es escuchado, también toca, pervierte y corrompe el pensamiento del escritor que busca ser un periodista. Esto indica que no vamos muy bien y que forma parte no sólo de un problema de la Argentina. Es un problema global. El ocaso del intelectual comprometido, la sustitución por el intelectual de los medios de comunicación, sobre todo los gráficos, y una tensión entre periodismo e intelectuales, existe en toda Europa.
Retomando la idea de los medios como instrumentos manipuladores, ¿ qué es lo que ocurre con la capacidad de reelaborar el mensaje, de decodificarlo y reasignarle otra finalidad?
- Creo que con los medios de comunicación, todas las variantes que llegan a exagerarse se mitifican, es decir: El poder de los medios de comunicación para producir nuestra conciencia y conducirnos. Esto es cierto, existe un poder cada vez mayor en la sociedad massmediática, lo cual implica que es muy difícil que las grandes mayorías de la platea piensen muy distinto a lo que dice, por ejemplo, la CNN. Por otro lado, se plantea la cuestión demoníaca de los medios de comunicación, la cual sostiene que éstos conducen a la gente, y no es tan así. En general los medios de comunicación trabajan en función de agradar y satisfacer lo que piensa la gente. Quiere decir que, en los medios de comunicación, y por eso gran parte de su éxito y su audiencia, existe un enorme esfuerzo para hacerse representativo del pensamiento de la gente. No existe una suerte de conspiración que se propone hacer pensar a todas las doñas Rosa igual, sino que el medio de comunicación trata desesperadamente de ver qué es lo piensa doña Rosa y representarla. Ahora, si cualquiera de estas variantes se lleva al extremo, se da el fenómeno de la mitificación. Los movileros mitifican el hecho de que en los medios de comunicación se expresa la opinión de la gente vulgar y silvestre, y esto no es así porque podríamos decir que hay un planteo fuerte de orientación. Digo entonces, en términos generales, que los medios de comunicación constituyen una materia, un tema, un tópico a investigar permanentemente, porque precisamente en las sociedades massmediáticas, y que son básicamente massmediáticas, siempre se abre en cada acontecimiento, una experiencia que requiere ser analizada. Este análisis, en otras épocas se realizaba con mayor rigurosidad. Hoy vivimos una época, y esto también es una caracterización, en la que ha desaparecido la crítica a los medios de comunicación. En las décadas de los '60 y '70, se asistía a una fuerte crítica a los medios, aún en revistas culturales y en periódicos como La Opinión. Nos encontrábamos con crítica a la prensa, crítica a su historia, a la publicidad, a las ideologías, a las agencias de noticias que tergiversaban la información de la guerra de Vietnam, y hacían presente al vietnamita como un delincuente y un subversivo. Hoy, la crítica a los medios de comunicación, ha desaparecido; nadie la expone. Los programas de televisión no han merecido críticas, ni siquiera los reality shows. Hemos asistido a las cosas más pedestres, las más analfabetas, las más vulgares y mediocres, y no existió una verdadera crítica sobre esto. Todo se devora, y la gente se sienta frente al televisor y piensa que todo está hecho con la suficiente dignidad como para ser visto. Lo que ocurre es que una sociedad ya bajo moldes massmediáticos, va marginando toda posibilidad de crítica. Un ejemplo claro es el gran negocio de la televisión y el fútbol, que casi no es abordado por los medios. Sí se denuncia la corrupción de los senadores, la corrupción de algún diputado o ministro, pero no se denuncia la lógica mafiosa, monopólica, perversa y falsa de los medios de comunicación, porque la sociedad massmediática al único que absuelve es al rey de esa sociedad. Dios no puede autojuzgarse.
La política en manos de la oposición mediática
Por Nicolás Casullo
Se habita un tiempo donde lo mediático roba casi todo lo real de la realidad. La carencia de ideas y programáticas de una oposición política no constituida definidamente, provoca que esta ausencia haya sido reemplazada, cooptada, tal vez casi de manera definitiva, por la lógica de la información de masas (movilero, locutor, entrevistador, periodista analista). Una lógica mucho más eficaz, y con sello de época, en la trama de la sociedad, donde los medios en su “no hacer política” hacen la sustancial política diaria que confirmaría la imprescindible muerte de la política, dejada atrás como lo zángano y corrupto en la vida de los argentinos.
Una lógica periodística del slogan, de la frase compactadora, del título fuerte, del copete “síntesis”, del dato gancho, del impacto efectista, del hallazgo ocurrente, del reduccionismo de corte publicitario “en tres palabras”. Una lógica de la trasmisión diaria en cadena de todos los informativos. Una lógica mediática bandolera, cuyo oficio totalizante ha devenido desvalijar los hechos centrales, quitar del medio los sentidos que importarían ver debajo de la hojarasca, sustraer los significados. Cumplir entonces puntillosamente el repertorio conservador, reactivo y antipolítico del statu quo permanente, mientras se almuerza con Mirtha Legrand: un sentido común esparcido, siempre logrado, que el dominio entre bambalinas del país y las apetencias del mercado capitalista necesitan para explicar el mundo. Todo se “compra”, todo se “vende”. Por lo tanto lo único cierto es “el mercado”. La mercancía informativa expone un supuesto mundo a su imagen y semejanza, como lógica que rotula y marca tecno-masivamente a la ciudadanía.
Ejemplo uno de atraco mediático. La Presidenta dijo en la Plaza: “desde una corporación, cuatro personas a las que nadie votó, a las que nadie eligió, se reunían, deliberaban, decidían y comunicaban al resto de los argentinos quién podía andar por las rutas del país y quién no”, significando que ningún sector o instancia civil puede asumirse ese poder, salvo el Estado y el gobierno elegido por voto, que puede plantearse esa acción interruptora bajo conmoción o conflicto grave interno y externo, o en circunstancias excepcionales de un orden amenazado. Los grandes medios gráficos, radiales e informativos concentrados, transformaron sin embargo inmediatamente esa frase sobre los representantes del agro, en: “cuatro personas a las que nadie votó”, como si la Presidenta ignorase algo que sabe hasta el menos avezado de los ciudadanos: que efectivamente fueron votados, gremialmente, para gobernar las normales tareas de cada asociación. Pues bien, sobre esa falacia extrema de poda mediática, se montó el mayor sintagma explicativo de las últimas 72 horas para recalentar las aguas del conflicto.
Ejemplo dos de sustracción mediática. Durante estos cien días y pico de dura protesta que planteó el lockout agrario, un acontecimiento extraordinario superó al resto de las noticias, de los datos, cifras, diferencias y voces. Y ese suceso fue el corte de rutas o tractorazos permanentes que asolaron el país, lo desabastecieron de alimentos, suministros y libre paso de la gente, hasta alcanzar grados de caos y de sociedad “en abismo”. Pues bien, en todo este lapso no hubo ni varios programas, ni los necesarios, ni un solo programa (desde los medios de masas más concentrados y de buena audiencia) que se haya dedicado exclusiva y totalmente a tratar, señalar, reflexionar y condenar con pelos, argumentos, señales, voces y comentaristas esta producción reaccionaria sobre la escena nacional: el país cautivo por los “buenazos mateadores” de las banquinas. Por el contrario, el accionar mediático provocó una inmensa platea social, para la cual ese dato vertebral y nocivo a una institucionalidad democrática con su régimen de partidos, fue absolutamente naturalizado, neutralizado, aceptado, velado en los reales sentidos que portaba de violencia, autoritarismo y brutalidad anticomunitaria.
Qué te digo cuando te digo
Tanto uno como otro ejemplo de manipulación mediática (entre otros) que involucran nada menos que la palabra presidencial y la operatoria anticiudadana mayor de estos tres meses, grafican claramente el estado mental y de conciencia de gran parte de los argentinos, en cuanto a saber de qué se tratan las cosas, que está sucediendo en su país, qué está en juego en los desacuerdos, y qué representan los diversos actores de la escena.
Puede decirse entonces, como perspectiva de comprensión de la crisis nacional, que la posibilidad de avance hoy de un gobierno democrático institucional (que se autoidentifique con amplios sectores populares sufriendo distintos grados de injusticia y postergación de sus derechos sociales) pasa también y de manera cada vez más acuciante por una instancia de desmontar diariamente un orden que cuenta las cosas (para la probabilidad de modificar tales cosas).
Una contienda que sin duda no remite a ninguna Secretaría de Cultura ni a un Ministerio de ciencia pensado casi exclusivamente para la tecnoindustria, sino que remite a la pura política actuando culturalmente, en estado de constante actualización de sus concepciones de masas, hacia las masas y con las masas. Teniendo en cuenta que la disputa neurálgica en nuestra democracia –en un mundo como el actual bajo dinámica transcultural de derecha– es quebrar constantemente disposiciones interpretativas dominantes. Querellar un orden de los imaginarios en cada coyuntura. Expropiar dimensiones simbólicas de masas educadas y formadas por los propios adn del sistema de alienación en su edad audiovisual expandida. Compenetrarse del clásico, y para algunos superado, tema de las ideologías y de las clases sociales, tal cual enseñaban los libros marxistas tan vendidos en la calle Corrientes años atrás.
En la Argentina de estos días se evidencia que el debate por los significados es una lucha comunicacional de masas donde se juega suerte y destino de cada política. Algo similar sucede en América latina. La época democrático popular y todas las izquierdas necesitan un nuevo ensayismo de análisis y de masas cotidiano, que amalgame herencia de sociólogos, de periodistas, de nietos de Jauretche, de intelectuales y cuadros políticos que digan y disputen palmo a palmo conciencias ciudadanas demasiado golpeadas y desorientadas en la última década. Desenredar a las palabras del astuto pastiche mediático de cada jornada. Tratar de llevarlas a un sitio donde les dé de vuelta el aire y las refresque.
Hoy esas palabras, y las definiciones que componen, no muestran. Esconden. Cuando en la “gran radio y la gran TV” se dice tan ecuménicamente “dialogar” se está diciendo en realidad quitar las retenciones. Y cuando se dice pastoralmente “pacificar”, o “buscar la unión de todos los argentinos”, se dice también y solamente quitar las retenciones. Y cuando se hace referencia a un Parlamento con mayoría oficialista por una cuestión de votos, se dice “escribanía para la firma”, “mano de yeso”, o se postula como nueva “calidad democrática” una increíble cámara de legisladores desagregada en “cientos de posturas” cada una por su lado como “las miles de historia de la ciudad de San Francisco” protagonizada por Karl Malden en los ’70.
La “objetividad” mediática
Los medios de comunicación imponen su bestial “diagrama institucional” bajo una horma de mercado que hoy reina soberana. Implantan su matriz de acuerdo a la programación emisora, su valor de lo que sería democracia, la virtud de un votante apolítico que en realidad no debe saber ni siquiera a quiénes elige cuando elige, porque debería votar átomos “libres” de compromisos partidarios. En esa misma dimensión mediática y formativa del espíritu (como dirían los idealistas alemanes del XIX) se organiza un mensaje a repetición con muy pocas variaciones: los gobernadores e intendentes que estructuran la política son todos “rehenes o secuaces de la chequera”, las concentraciones populares son “mercenarios a cincuenta o cien pesos por cabeza”, el Estado de nuestra democracia “una máquina que le está metiendo las manos en los bolsillos a usted señor oyente todos los días”, la adhesión de Hebe de Bonafini a Cristina Fernández “cinco palos puestos sobre la mesa”, y la Presidenta “una secretaria de Kirchner”.
Se asiste diariamente a la desmembración ideológica de lo democrático desde la absoluta irresponsabilidad de los dueños del mensaje, una suerte de aquelarre mediático disolvente de todo valor, y donde no existe propuesta alternativa ni referente ni el menor asombro ante cualquier cosa: estadio societal plausible de ser simbolizado con la pregunta con que Marcelo Bonelli inicia su entrevista con Elisa Carrió la semana pasada en A dos voces de TN: “¿Y doctora, el Gobierno sigue robando?”. O el comentario de un periodista de Radio Mitre a la tarde, Marcelo Moreno, que luego de una entrevista que me hace un programa, de escuchar mis reflexiones críticas al agro, y de cortar la comunicación, cerró el reportaje diciendo al aire: “cuando escucho a este tipo de intelectuales tengo ganas de vomitar”.
Es indudable que en el campo de la contienda política por el significado de los hechos, y sus consecuencias, es donde el Gobierno viene perdiendo terreno en manos de un poder que desgasta, desvaloriza, deslegitima, sin dar cuenta de sus emisiones y sin que nadie le pida cuentas políticas de sus responsabilidades e intereses en los marcos del conflicto. Más allá de sus errores, que los tiene abundantes en la crisis del agro, ése es el dato del presente democrático argentino: si el Gobierno no asume este desafío con el despliegue de todos sus recursos humanos, su proyecto democrático carece de la consistencia persuasiva que la época exige.
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